LA VIRUSCRACIA
Sale el sol y ya sabemos que vamos a
hacer hoy, quedarnos en casa; cae el sol y la noche es solo un conector para
recibir un alba en la que ya predecimos lo que viene. Por este encierro, o mejor
dicho puesta a salvo, no tenemos a quien culpar con certeza, no tenemos una
razón para forzarnos a nosotros mismos a salir, no sabemos el momento en el que
retomaremos nuestra vida acostumbrada: todo depende del virus.
A este individuo que no titulamos de
señor, sir o don, sino que le prefijamos una “Corona”, por supuesto, se lo ha
tomado en serio y utiliza todo el poder soberano que nosotros mismos le
endilgamos. El virus con corona no llama a la popular asamblea de ciudadanos
para tomar decisiones, tampoco llama de la burguesa “sociedad civil”; no llama
a la ONU, ni a la Otan, tampoco al Grupo de Lima o al de Puebla; ni siquiera ha
tenido la delicadeza de hablar con el Papa o los grandes jerarcas religiosos
del mundo. Su atrevimiento llega a tanto que ha ignorado hasta al Grupo
Bilderberg con todo su poder.
No hay discusión, no hay
negociación, no hay diálogo: o te aislas o te infecta a ti y a todos tus seres
queridos, te convertirá en una máquina de muerte, en una especie de jinete
apocalíptico que llenará de dolor y luto todo a su paso. Su sentencia es
automática, no valen causas justificadas, fuerza mayor, vicios en el
consentimiento y mucho menos el debido proceso. Su ley no es escrita, tampoco
basada en la costumbre, podríamos decir que ni en la fuerza, acaso puede ser un
imperativo que supera nuestras tradiciones normativas devenidas de tantos
siglos.
Por supuesto, su autoridad no
deviene de una elección, tampoco de un golpe de Estado pero es reconocida por
todos. Los que creían mandar, saben que no mandan y lo peor es que comienzan a
percibir que su falta de poder es sentida por la sociedad. Se erige la
Viruscracia.
Ahora, nos preguntamos, ¿está
naciendo la Viruscracia o solamente el virus con corona ha tomado el mando? ¿no
será que los virus del egoísmo, del individualismo, del corporativismo, de la
falta de espiritualidad o el de agresión a la madre tierra ya se imponían y se
disfrazaban de “prosperidad económica”, “mundo competitivo”, “desarrollo
tecnológico” o “democracia representativa”?
Me comienza a oler que los agentes
infecciosos que se convierten en pandemia no son solo aquellos que nos hacen un
directo daño físico; los que afectan el alma individual y se multiplican hasta
provocar que la especie humana se confirme como ejecutor de su propia
destrucción y la del planeta entero, son virus para lo que debemos buscar
medidas preventivas, de abordaje curativo y finalmente la vacuna para
erradicarlos para siempre…